Virtudes: 18 - Educación del pudor
Educación del pudor
En la educación de la castidad será especialmente importante
la educación del pudor. De hecho la castidad no es tema hasta que no tienen
lugar las transformaciones de la pubertad, pero desde muy pequeños puede irse
desarrollando el sentimiento del pudor. Educación que de haberse iniciado de
pequeños, supondrá unos hábitos adquiridos que facilitarán y ayudarán a la
virtud de la castidad.
El pudor nos permite reconocer el valor de la intimidad y
respetar la de los demás, rechaza lo que puede perjudicarla, y la descubre sólo
cuando puede suponer una mejora propia o ajena.
Este reconocimiento del valor de la intimidad se expresa en
tres diferentes ámbitos: 1 el espacio físico que rodea a la persona, 2-la forma
en que se cubre el cuerpo, y 3-el lenguaje que se utiliza. Los tres ámbitos
inciden sobre la virtud de la castidad.
1- La persona necesita espacios de intimidad. Espacios donde
poderse reconocer. El hogar como lugar de intimidad ante el mundo exterior, el
dormitorio, el baño, el armario o su cajón,... son espacios de intimidad,
algunos compartidos con hermanos o con toda la familia, que los hijos deben
poder disfrutar. Un chico, una chica, tiene que encontrar en el hogar un
ambiente apropiado donde poder encontrar el espacio suficiente de intimidad y respeto,
para encontrarse a gusto.
Cuando los hijos adolescentes no sienten el hogar como propio
porque no se les ha dejado participar suficientemente, o no tienen un lugar que
sea suyo, tal vez por una excesiva vigilancia o revisión de los padres, pueden
ir a buscar la intimidad en otros lugares fuera de casa, en discotecas, por
ejemplo, que por sus características (ruido, penumbra, bebida,... droga)
favorecen una falsa intimidad y un riesgo claro de traspasar los límites.
2- Cubrir el cuerpo y no exhibirlo inadecuadamente tiene el
sentido de tener el cuerpo en posesión y no a disposición de cualquiera. Tiene
el sentido de preservar la intimidad del propio cuerpo para entregarlo en su
momento a la persona adecuada, en el matrimonio. El espontáneo pudor que manifiestan
cuando son pequeños, los niños y las niñas, reservando la intimidad de su
cuerpo, no debe ser nunca objeto de bromas delante de ellos. Con naturalidad, y
sin temores exagerados, se les enseñará a mantener esta reserva a la hora de ir
al baño, a la hora de vestirse y desvestirse,...
Las modas, a veces, parece que están en contra del pudor y la
decencia. Es cierto que hay un pudor para cada situación. No es lo mismo ir a
la piscina o a la playa, ir a la escuela o ir a una fiesta, pero muy a menudo este
sentido diferencial del pudor parece que no se tenga. A veces, a la falta de
pudor se le suma la falta de elegancia, que es saber adecuar la vestimenta al
uso, al lugar y a las circunstancias.
Las chicas deben ser especialmente conscientes de que, con su
afán de agradar, pueden caer en la vanidad o en la falta de pudor. Deberían
considerar si tal como se visten pueden excitar fácilmente los instintos de los
hombres y hacerles partícipes, aunque mentalmente, de su intimidad.
3- En el lenguaje se debe evitar referir indiscriminadamente
aspectos íntimos de la propia vida afectiva. Se debe preservar la intimidad de
nuestros afectos, emociones, sentimientos y estados de ánimo, que no deben ser
de dominio público. Se debe reservar la intimidad para revelarla en las
circunstancias adecuadas y a la persona adecuada: un amigo, el cónyuge, el
padre o la madre, el confesor, una persona de confianza,... No se puede ir con
el corazón en la mano, provocando que alguien lo tome para jugar con él.
El pudor en la manera de hablar nace y se desarrolla en la
familia cuando no se utiliza ningún tipo de lenguaje indecoroso. A pesar del
ambiente de confianza que exista entre todos los miembros de una familia, se
enseñará a los hijos que algunas cosas se hablan de forma particular con la
madre o el padre. Y al revés, también, el padre o la madre para algo concreto,
quizás alguna corrección, hablará con el hijo o hija a solas, sin la presencia
de hermanos.
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