Actitudes: 14 - Celos y envidias
Celos y envidias
En el desarrollo hacia
la madurez, el niño irá huyendo de su mundo cerrado y egocéntrico, y se irá
abriendo hacia los demás. Durante este proceso va saliendo de sí mismo gracias
al estímulo de unos padres que le quieren y le enseñan a valerse por sí solo,
dotándolo de un sentimiento de seguridad. La afectividad en este proceso es de
gran importancia.
La aparición de un
hermano más pequeño en la vida de un niño es un factor importante en su proceso
de maduración. Si por esta causa se siente abandonado, con un sentimiento de
falta de atención, dedicación o protección, puede tener la sensación de
encontrarse ante una aventura en solitario, incomprendido e impotente para
hacerle frente, y refugiarse en su amarga soledad, manifestando hostilidad
hacia el hermano que ha provocado esta situación: tenemos así un caso de celos.
Cuando esto ocurre
puede ser porque previamente no se le ha educado convenientemente, preparándolo
para la apertura a nuevos hermanos, o porque los padres no saben repartir
adecuadamente sus afectos y atenciones.
Si un niño ha sido
protegido en exceso, se le han tolerado sus caprichos y no se le ha educado en
la virtud de la generosidad, será más vulnerable para sentir celos. Cuando el
hijo mayor no tiene más de dos o tres años, el sentimiento de celos ante un
hermano más pequeño es bastante frecuente porque su proceso de maduración es
muy incipiente, pero la acción oportuna de los padres hará que no dure
demasiado.
Si los padres ante el
recién nacido se abocan completamente en él, olvidándose del mayor, pueden
provocar también este sentimiento de celos. No es por falta de estimación hacia
el mayor, sino a menudo es simplemente porque el pequeño requiere más atención.
Los padres deben saber compensarlo de manera que el hijo mayor pueda constatar
que, aunque el pequeño necesita unas atenciones concretas, el afecto de los
padres hacia él no ha disminuido. También será bueno hacerlo participar en
alguna tarea relacionada en la crianza del pequeño y felicitarle por su
colaboración. Así verá y vivirá la realidad de que cada hijo es un don que hay
que agradecer y cuidar.
A veces, otros
miembros de la familia - abuelos, tíos,... - o personas que conviven o
frecuentan habitualmente el hogar, pueden provocar situaciones de celos. Se
tendrá que advertirles con delicadeza, pero con la firmeza necesaria, que
manifestar diferencias o predilecciones de afecto, de atención, de elogios o de
regalos, pueden fomentar resentimientos que pueden conducir fácilmente a celos.
También pueden existir
celos entre hermanos en general, a menudo por culpa de las comparaciones que
los padres pueden hacer. Las comparaciones entre hermanos no resultan nunca
provechosas y se deben evitar. Una manera de comparar es etiquetar a cada niño,
a cada hermano, con un determinado calificativo valorativo (el bueno, el listo,
el torpe, el travieso,...). Esto, además de suponer un encasillamiento que no
ayuda a progresar, puede provocar envidias y celos. Es necesario ayudar a cada
hijo a conocerse bien, a ser consciente de su capacidad real pero sin
valorarla, y procurando una ajustada y positiva autoestima que le permita sacar
el máximo partido de sus posibilidades, sin proponer a ningún otro como
ejemplo. No será comparándolo con otro que conseguiremos que el hijo ponga el
esfuerzo necesario para mejorar. Si algún hijo destaca en algo por alguna
cualidad, innata o adquirida, se le hará ver la responsabilidad que tiene de
ayudar a los demás. Para todo ello, influirá positivamente la confianza de los
hijos hacia los padres, que dependerá, en gran medida, del afecto y atención que
hayan recibido. Entonces, ni las envidias ni los celos existirán entre
hermanos.
Si bien los celos y la
envidia son dos sentimientos distintos, algo tienen que ver entre sí, y uno
puede llevar al otro. Los celos es entristecerse por perder, con razón o sin
ella, el afecto de otro (la madre, el padre,…). La envidia es entristecerse
ante el bien de los demás. Este bien, el envidioso, lo considera un mal porque
le parece que disminuye su propia valía. Cuando otro triunfa, el envidioso
sufre por no haber triunfado él.
La envidia se evita de dos maneras. Por un lado, como ya se ha dicho antes, creando el sentimiento de una ajustada y adecuada autoestima que no dependa de los demás. Por otro, es necesario enseñar a captar y apreciar lo positivo que tienen los que nos rodean. Esto debemos enseñarlo con el ejemplo, consiguiendo, así, almas verdaderamente nobles que se alegren con los éxitos de un hermano, amigo o conocido, evitando que la envidia lleve a una tristeza permanente.
La envidia se evita de dos maneras. Por un lado, como ya se ha dicho antes, creando el sentimiento de una ajustada y adecuada autoestima que no dependa de los demás. Por otro, es necesario enseñar a captar y apreciar lo positivo que tienen los que nos rodean. Esto debemos enseñarlo con el ejemplo, consiguiendo, así, almas verdaderamente nobles que se alegren con los éxitos de un hermano, amigo o conocido, evitando que la envidia lleve a una tristeza permanente.
Admirarse de las
cualidades y logros de los demás es un sentimiento natural que los envidiosos
ahogan en la pequeñez de sus corazones.
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