Virtudes: 14 - Un pequeño detalle: la puntualidad

Un pequeño detalle: la puntualidad

Cuando hablamos de detalles estamos hablando, de hecho, de amor. La vida familiar nos exigirá, en ocasiones, deberes muy serios que supondrán sacrificios importantes, pero normalmente será en los pequeños detalles de la vida cotidiana donde demostraremos nuestro amor a la familia, y así lo hemos de enseñar a los hijos.
Algunas cosas pueden parecer que no tienen mucha importancia, porque hacerlas no supone un gran esfuerzo, pero, sin embargo, si faltan o no se viven, se nota. Algunas, sólo abriendo la puerta de un hogar, otras no son tan evidentes, pero su ausencia o infravaloración provoca problemas constantes.

Entre estas últimas podemos considerar el detalle de la puntualidad: la cortesía de los reyes, como alguien la ha llamado.


Deberíamos empezar diciendo que en el hogar no debemos ser esclavos de la puntualidad. Podríamos caer en el error de vivirla con exageración, de considerarla una finalidad. Al contrario, los detalles de puntualidad deben servir como medios para conseguir otras cosas: eficacia en el tiempo, una vida de familia más agradable, más fácil y con más calma, sin agobios e improvisaciones de última hora.

Si hablamos de puntualidad en el hogar debemos hacerlo de la hora de levantarse y de la hora de acostarse.

Si no se es puntual a primera hora de la mañana, se empieza el día mal. Prisas y gritos para intentar llegar pronto a la escuela o al trabajo. Quedan cosas por hacer: recoger la cocina, arreglar la habitación, hacerse la cama,... Conseguir hacer las cosas bien y salir por la puerta de casa tranquilos sin que nuestros rostros reflejen las huellas de la primera batalla del día, es un problema de cinco o diez minutos, no más,... es un problema de puntualidad .

A menudo la causa de la falta de puntualidad por la mañana, viene de la noche anterior. Si no hay una cierta disciplina en ello, los niños y los mayores no descansan las horas necesarias y repercute en su atención a la escuela o en el trabajo, en su humor,... y en su salud. No puede ser que quien mande, a la hora de ir a dormir, sea la programación de televisión y de manera improvisada, arbitraria y caprichosa.

Los días de fiesta pueden tener un horario diferente de los días laborables. Un horario que facilitará el descanso y en el que habrá momentos de ocio, de deporte,... según entienda cada familia. Pero también exigirá su pequeña dosis de puntualidad. A veces, se pueden perder inútilmente las mañanas del domingo. No es que tengamos que llenar las horas de frenética actividad, pero sí que debemos saber gobernar nuestro tiempo y enseñar a los hijos a hacerlo.

La puntualidad nos ayudará. Aprenderemos y enseñaremos a no desperdiciar el tiempo y a saberlo medir de antemano. Las cosas requieren un rato determinado para hacerse y si se prevé menos tiempo se harán mal y con prisas, o se dejarán a medias, o se resentirá la actividad prevista posteriormente. Los niños, los adolescentes deben aprenderlo, porque con su natural espontaneidad y vehemencia empiezan cosas sin tener en cuenta el tiempo para hacerlas y entonces... no terminan el trabajo que han de presentar, o lo acaban mal, o quedan atrapados en él sin poder dedicarse a otras cosas.

La puntualidad se debe vivir porque su carencia supone a menudo una falta de caridad y de justicia hacia los demás. Es siempre una pequeña desconsideración hacia quien le toca esperar. Si a la hora de comer es necesario esperar a uno que se retrasa, la atmósfera del hogar se carga. El padre, o la madre, que prevé un retraso importante en la hora de llegar a casa tendrá el detalle de llamar por teléfono para evitar la inquietud de la madre, o del padre. Al adolescente, que cuando está con los amigos se olvida de todo y no se da cuenta de la hora , se le deberá hacer ver la falta de delicadeza que ha supuesto y el sufrimiento que ha provocado su falta de puntualidad .

Otro aspecto es el de no demorar las cosas. Hay que enseñar a los hijos a no retrasar aquellos servicios a los que están obligados o aquellos favores que han prometido. "Quien da deprisa, da dos veces”, dice el refrán. Los servicios, favores, atenciones, cuando son puntuales quedan incrementados en su valor y, por el contrario, cuando se hacen tarde parece que se hagan a desgana o por obligación... porque no queda más remedio.

En un hogar hay cosas que se estropean y cosas que necesitan un arreglo. Demorar su arreglo repercute en hacer la convivencia más difícil.


La puntualidad en un hogar ayuda a hacer la vida más agradable. No la despreciemos.

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