Adolescencia: 6 - La moto

La moto

Una de las conversaciones familiares tipificadas es la que tiene lugar cuando un hijo quiere una moto.
El hijo se dirige a su padre y le dice: "Mis amigos dicen que debería tener una moto."
El padre se lo puede tomar con calma y responder: "¡Fantástico! Y, ¿cuando te la piensan comprar? "
"No, hombre." - Replica el hijo - "Deberíais comprarme-la vosotros, la mamá y tú."
"Y, ¿por qué deberíamos hacerlo?" - Pregunta intrigado el padre.
"Porque es lo que hacen todos los padres." - Es la contundente respuesta.
"No todos." - El padre repasa en voz alta la lista de vecinos, conocidos y amigos que por haber utilizado alguna que otra vez como ejemplo se sabe de memoria, para acabar concluyendo: "Desde Adán y Eva hasta hoy son muchos más los padres que no han comprado una moto a su hijo que quienes lo han hecho. "
La conversación puede seguir por estos senderos paralelos interminablemente.

Otras veces tiene lugar de forma más directa, terminando rápidamente con un evidente desacuerdo entre las partes. A pesar de que las ventajas de la compra aportadas por el hijo son bastante convincentes: la posibilidad de hacer encargos para la madre, de acompañar la hermanita en casa de sus amigas, el fabuloso ahorro de transporte público... el padre no se lo acaba de tragar y sólo ve el peligro y el coste que la compra representa.

No, el tema no es nada fácil. Y ante la solicitud de la moto por parte de un hijo es difícil dar pautas de actuación porque las circunstancias, las necesidades, el grado de madurez, difieren mucho de unos casos a otros.

Habría un principio general que podríamos definir así: "Un chico, una chica, puede disponer de moto cuando existe la garantía suficiente de saberla usar responsablemente."

Pero, ¿como se sabe esto?

Es difícil saberlo, pero hay otro principio, este económico, que puede ayudar a concretar el anterior y que se podría definir así: "Las necesidades básicas en una familia corren a cargo de los padres, aunque se admiten  colaboraciones. Los caprichos o las necesidades menos básicas, a partir de una determinada edad y volumen de coste, corren a cargo de cada uno. "

Esta es, probablemente, la mejor manera para garantizar que la moto, y lo que sea, se valore convenientemente y se use, como consecuencia, responsablemente. Todos tenemos la experiencia que se valora más, lo que más cuesta. Y no se valora lo que no ha costado nada. Si después de trabajar todo un verano, un chico se ha podido comprar una moto de segunda mano, después de atender, tal vez, otras necesidades, es muy probable que haga un uso responsable. Si se le ha encontrado como regalo de cumpleaños al cumplir dieciséis años, o por haber realizado la extraordinaria proeza de aprobar el curso en junio, corremos cierto riesgo.

Soy consciente de que en los principios enunciados el problema está en concretar los términos: garantía suficiente, uso responsable, necesidad básica, determinada edad... Dejo al criterio, sentido común, y estilo de cada familia el hacerlo, porque, de hecho, más importante que los principios es el criterio.

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