Virtudes: 7 - Obedecer a la primera

             Obedecer a la primera

"Obedecer a la primera" es una consigna que utilizan muchos padres para incidir en la obediencia pronta de sus hijos pequeños y educar, así, esta virtud. Me sirve de título para hablar de la obediencia.

Tengo la sensación de que hablar de la virtud de la obediencia no está de moda. A diferencia de otras virtudes que si lo están: la sinceridad, la justicia, la responsabilidad,... la obediencia atraviesa una cierta crisis de popularidad. Para algunos supone la limitación de la libertad, de la iniciativa, de la creatividad. Para otros, obedecer es someterse a la voluntad de otro y eso significa perder la propia personalidad. Estas dudas han llevado a que algunos padres aflojen en su exigencia y permitan cosas a sus hijos que antes quizás no se toleraban. Y los niños son más desobedientes. Es una característica clara que se constata a menudo en el entorno familiar, escolar, social,...

Esta crisis de la obediencia está relacionada con otra crisis: la de la autoridad. Esto es así, porque obedecer consiste en aceptar y asumir como decisión propia, la de quien tiene y ejerce la autoridad, realizando con prontitud lo propuesto, intentando interpretar fielmente la propuesta del que manda.

Sólo hay virtud de la obediencia cuando se cumple, porque se reconoce la autoridad del que manda. La obediencia del esclavo no es virtud, la obediencia exterior pero con rebeldía interior, tampoco lo es, y si la obediencia sólo es porque nos cae simpática la persona que manda, tampoco estamos hablando propiamente de la virtud de la obediencia.

La obediencia es fuente de la verdadera libertad. Lo que esclaviza, es atender sólo a lo que nos dicta nuestra propia voluntad, porque el entendimiento, a veces, no ve lo que es realmente bueno, y por eso tendremos que recurrir a la autoridad correspondiente para asegurar que no nos equivocamos. La soberbia, que nos puede hacer creer que somos la única fuente de conocimiento posible, puede hacernos difícil adquirir la virtud de la obediencia.

La verdadera virtud de la obediencia se fundamenta en el reconocimiento de la autoridad. Y los niños que no obedecen, es porque no se les ha enseñado la conveniencia y la existencia de la autoridad, la necesidad de contar con "autoridades": la del padre y la madre, la de los abuelos, la de los profesores en la escuela, la del alcalde de nuestra ciudad que vela para que tengamos los servicios necesarios, la del policía de tráfico, la del monitor o entrenador del equipo,... Debemos hacer descubrir y reconocer a los hijos, las personas que tienen autoridad, y por qué. Son aquellas que protegen y hacen vivir unos valores que merecen la pena.

Es importante ayudar a reconocer las autoridades reales, las de quienes la ejercen con justicia. Para los creyentes, la autoridad principal es la de Dios. Los padres tenemos la autoridad dada por Dios para educar a nuestros hijos, pero también tenemos que enseñar a respetar la autoridad de la Iglesia, la del Santo Padre, la del rector de la Parroquia, las autoridades en la vida civil, en la vida social y cultural.

También les tenemos que hacer ver que hay personas que tienen una capacidad de influir en las conductas, especialmente de adolescentes, y que ejercen una especie de autoridad sobre ellos, sin tenerla. Me refiero a modas o estilos de vida propuestas por líderes mediáticos, a los que obedecen sin demasiadas consideraciones sobre los valores que proponen.

Debemos tener claro que esta virtud, como todas, no es para hacerla vivir sólo a los niños pequeños, sino que es para toda la vida. Los padres deben hacer posible que los hijos valoren desde pequeños esta virtud y la adquieran como un hábito, porque de mayores será más difícil que lo hagan. Y han de hacerlo, no sólo por tener paz y orden en casa, que también, sino para que adquieran una virtud, que como otras, les facilitará hacer el bien en el futuro. Como todas las virtudes se empezará con los más pequeños exigiéndosela para adquirir el hábito, para ir razonando, más adelante, la necesidad de respetar las autoridades que defienden valores.

La obediencia en el ámbito familiar se facilita y refuerza, sobre todo, con una actuación ordenada y equilibrada de los padres. Los padres no pueden comportarse de manera diferente según el estado de ánimo. Se exigirán siempre las mismas cosas. No exigir más de las necesarias y las que realmente son importantes. Más vale pocas, las importantes, y siempre, que no, muchas y no siempre. La serenidad que da sentirse querido por los padres será un importante refuerzo para la adquisición de virtudes, y también lo será el ejemplo que los padres pueden dar con comentarios, positivos, de las demás autoridades: profesores de la escuela, autoridades civiles , el policía que nos acaba de poner una multa, ...

Con los niños más pequeños, primero debemos estar seguros que nos escuchan. Cuando un niño está jugando, captar su atención no se consigue al instante. Después tendremos que enviar mensajes claros y asegurarnos de que han entendido el qué, el cómo y el cuándo. No podemos mandar cosas no habituales, para mucho más tarde de cuando las pedimos. No se recordarán y no será por faltar a la obediencia. No se les puede mandar tres cosas diferentes a la vez. No retendrán más que una.

La constancia, la paciencia y ejercer la autoridad razonablemente por parte de los padres serán útiles para conseguir educar esta virtud de la obediencia. El desarrollo del necesario y adecuado espíritu crítico también lo será para que puedan reconocer y aceptar, más adelante, otras autoridades y los valores que protegen o defienden.

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