Virtudes: 5 - Un pequeño detalle: la alegría

Un pequeño detalle: la alegría

Despreciar los pequeños detalles que hacen posible y agradable la convivencia, alegando que se está para cosas más importantes, es no conocer la naturaleza humana. Si queremos mejorar nuestra vida familiar tendremos, quizá, revisar actitudes fundamentales, pero si no las concretamos en detalles sencillos y fáciles de llevar a cabo, nuestras intenciones pueden quedarse en nada.


No debemos desestimar estos pequeños detalles del hogar que serán los que con perseverancia nos darán el ambiente que deseamos. "No es a golpes de martillo, sino por la danza del agua que se convierten en perfectos los cantos rodados", dice el poeta. Detalles de cortesía, de gratitud... de alegría.

La alegría es una manifestación externa de un sentimiento más profundo que muchas veces puede parecer que depende de acontecimientos o de influencias externas. Aunque en parte sea así (los problemas del trabajo, el cansancio, la enfermedad, las heridas morales... afectan a todo el mundo), también es cierto que la felicidad, que es el sostenimiento de la alegría, es, en gran parte, una manera de ver las cosas y el arte de adaptarse a ellas.

La alegría y el buen humor son, también, una cuestión de voluntad, de cuidar los detalles. Desde los primeros años es necesario habituar al niño a sonreír, sonreír a todo: a sus padres, a sus amigos, a las visitas y también a la vida, a sus dificultades y contrariedades. La sonrisa debe ser moneda habitual de cambio. De hecho, si la tristeza es un vicio, la alegría es una virtud, que se adquiere, como todas las virtudes, con repetición de actos y con razones que la fundamenten.

El desánimo, que no conduce a nada, debería estar expulsado de nuestra manera de hacer. Cuando vamos en coche y nos pasa la más pequeña de las averías, el pinchazo de una rueda por ejemplo, podemos dejarnos llevar por el mal humor y puede que entonces, nerviosos y enojados, no acertamos ni a encontrar los utensilios para arreglarlo. Es el momento para recordar las semanas, meses y kilómetros que hemos estado circulando sin ningún contratiempo y ponernos a solucionarlo con calma y tranquilidad. Alguien dijo "si exagerásemos nuestras alegrías como lo hacemos con nuestras penas, nuestros problemas perderían su importancia".

Esta actitud es necesaria vivirla en el hogar y hacerla vivir. Cuando se estropea la calefacción, cuando se va la luz, cuando nos hemos quedado sin coche, cuando un contratiempo echa por tierra un plan previsto anteriormente... entonces será importante el buen humor, poniendo los medios para solucionar el problema, aceptando la situación, buscando alternativas. Los hijos deben aprender de sus padres esta actitud.

Para formar un carácter jovial en los hijos, nada mejor que los detalles de alegría y buen humor del hogar. Para conseguir un clima favorable en la educación de los hijos, nada mejor que la participación activa de los padres en la vida alegre de los niños: en las distracciones y diversiones, en la preparación de fiestas familiares, en los juegos, en las animadas tertulias...

La educación triste corta las alas, la educación jovial y alegre, estimula y anima.

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