Adolescencia: 4 -¡Baja el volumen de este trasto!

¡Baja el volumen de este trasto!

Este es un grito de guerra conocido que casi todos los padres de familia han utilizado en alguna ocasión. El trasto es un equipo de música que, en un momento de debilidad, el padre compra, con el deseo de hacer feliz a su hija amada que ha realizado la proeza de aprobar todo el curso en junio. También puede ser una motivación importante, ser considerado por unos días el mejor padre del mundo.

El día que llega el equipo en casa, él mismo es quien, con el manual de instrucciones, va descubriendo-le a su hija todos los recursos técnicos que el ingenio permite, y aconsejándole, pobre ingenuo, como graduar los mandos de volumen y de graves para apreciar mejor los matices de la música.
Pero pronto se va poniendo en evidencia la diferente manera de entender el uso del aparato entre padre e hija.

El punto crítico llega cuando, al ritmo del aparato, toda la casa se tambalea, y se pone en peligro evidente los objetos de porcelana de los estantes de la sala, los platos de distintas procedencias colgados en las paredes y la cristalería que llena la vitrina , mientras se escucha una especie de cosa que hace más o menos así: "boom, boom, boom, ey niña!, uh, uh, uh, ven a tomar una pizza conmigo, slish, crac, slish, boom, boom , boom. "
Es entonces cuando el padre entra en acción. Abre de una patada la puerta donde está su hija querida escuchando aquello, y el mejor padre del mundo lanza el grito de guerra que nos ha servido de título. La hija no lo oye, claro, pero no es necesario. Le adivina las intenciones por las gesticulaciones con que se acompaña, y baja el volumen a la mitad. Como ve que sigue gesticulando, lo vuelve a bajar a la mitad, y así varias veces, hasta que el mejor padre del mundo parece que se tranquiliza y se va.
Lo cuento por si puede servir de consuelo a alguien. Parece que no, pero saber que no es el único al que le pasan estas cosas, ayuda. Y también ayuda tomárselo con un poco de buen humor. Es verdad que hoy el problema se ha resuelto en muchos casos porque el walkman y el MP3 lo evitan, aunque provocan uno más grave: la total incomunicación. Quizás deberíamos cambiar el título por un grito igual de fuerte: "¡quítate los cascos un momento, que te quiero decir algo!".
La forma de entender y escuchar la música, no es, sin embargo, el único motivo de enfrentamiento generacional cuando los hijos llegan a la adolescencia. También lo son: el diferente concepto de elegancia en el vestir, el momento de elegir una película para verla en casa, la manera de entender los horarios de noche y de día, el uso y mantenimiento de bicicletas y motos... y tantas otras cosas.
Los padres, entonces, debemos saber distinguir lo que es importante de lo que no lo es tanto. Con lo que no es importante, sin necesidad de renunciar a nuestros gustos, que les seguirán sirviendo de referencia, tendremos que intentar entenderlos y ponernos, si cabe, al día. Con lo que es importante y que afecta a su educación seguiremos ejerciendo la autoridad sin cansarnos. Es nuestra obligación irrenunciable por una razón muy sencilla, porque los amamos y queremos lo mejor para ellos. Eso sí, tendremos que dar argumentos que avalen nuestras decisiones que no siempre entenderán a la primera.


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