Infancia: 4 - ¿Por qué mienten los niños?

¿Por qué mienten los niños?

 Los niños mienten por las mismas razones por las que mienten los mayores: para esconder una falta, para alcanzar lo codiciado, para evitar un castigo, para lograr una alabanza. Pero hay una diferencia, en los niños la mentira es, casi siempre, un arma defensiva. Por eso, mienten más los inseguros, los tímidos, los que tienen sentimientos de inferioridad. Y lo hacen por miedo, por temor a los castigos o a los enfados de sus padres, por vergüenza, o por no defraudar a lo que se espera de ellos.
                A veces la causa puede estar en los padres. Una excesiva rigidez, algunos castigos desproporcionados, algún estallido de genio mal controlado que los ha humillado, unas excesivas aspiraciones nuestras, pueden llevar a mentir al sentirse como acorralados, sin ninguna otra salida. Entonces, es cuando no se atreven a confesar sus faltas, tratan de ocultar las malas notas, hacen trampas o falsean las situaciones, antes que soportar el temporal que les viene encima: temporal de gritos, de reproches o de silencios amenazantes.
 

               Si no hemos sabido reaccionar bien ante las primeras confesiones de culpa, si no hemos sabido corregir serenamente la falta a la vez que mostrábamos satisfacción por su demostrada sinceridad, puede ocurrir que terminen relacionando los castigos y las riñas con el hecho de decir la verdad y, entonces, la conclusión lógica y natural será mentir. Desde pequeños deben saber que reconocer una falta les sirve siempre de atenuante.
               Para ayudarles a no mentir debemos apreciar y premiar la sinceridad y ser muy severos con la mentira, más que con las faltas que hayan podido ocasionarla. Podemos condescender en algunas cosas, pero nunca con la mentira. Les tenemos que hacer ver que con ella, se juegan nuestra confianza, más que con ninguna otra cosa. Un hijo, una hija, a poco que nos ame, y nos quieren mucho, no se arriesgará a perder nuestra confianza. Por otra parte, si confían en sus padres porque saben que los aman, que les ayudarán y no los juzgarán, no tendrán necesidad de mentir.
                Hay niños más propensos a la mentira. Son aquellos niños tímidos, inseguros, que les falta confianza en sí mismos. Si observamos estos rasgos en la personalidad de nuestros hijos será necesario que nos tomemos muy en serio fomentar su iniciativa, animarlos a que se lancen a hacer cosas, alabar sus acciones y sobre todo no despreciarlos ni agobiarles por su timidez y menos en público. Será necesario tener mucho cuidado en cómo hacemos las correcciones. Se realizarán, especialmente, con habilidad y destreza. La confianza que da el que se sepan queridos y valorados lo conseguirán.
                En la educación de la sinceridad también es importante, como en todo, la actitud y el ejemplo de los padres. Un clima de sinceridad no lo conseguiremos nunca por la fuerza sino creando un ambiente de confianza fruto de la estimación. Debemos tener presente que la verdad exige coherencia de vida y objetividad, y los padres debemos ser ejemplo de ello, si queremos que nuestros hijos valoren y amen la verdad.
                Deberíamos tener cuidado en cómo tratamos algunos temas: los Reyes Magos, el nacimiento de los niños, el hombre del saco... Ni es bueno ni necesario mentir en estas cosas. No puede ser motivo de diversión la credulidad de nuestros hijos y exponernos a perder más adelante su confianza. Es cierto que tampoco se trata de explicar más de la cuenta, más de lo que son capaces de asimilar ni de lo que necesitan en cada momento. No olvidemos que la sinceridad consiste en manifestar la verdad, si es conveniente, a la persona idónea y en el momento adecuado. Esto quiere decir que irá siempre gobernada por la prudencia y la caridad. Los descubriremos muchas cosas poco a poco, en función de la edad, progresivamente, pero sin necesidad de excesivas fantasías o mentiras.
  

Pero, son otras actitudes las que hacen daño en este tema. La hipocresía, la adulación, la calumnia, la murmuración y la burla hacia personas que no están presentes. Si los hijos respiran algunos de estos ataques a la verdad y a la sinceridad en el seno de la familia podemos garantizar un fracaso asegurado en la educación de la sinceridad y en el respeto a la verdad. Y en eso deberíamos ser muy exigentes hasta en los más pequeños detalles.


Resumiendo podríamos decir que las causas de las mentiras de los niños son a veces externas, por las disposiciones y actitudes de los padres y comportamientos sociales, y otras veces internas, en niños especialmente tímidos o inseguros. Hemos intentado dar algunas pautas de actuación. Si las seguimos, no mentirán. De verdad.


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