Adolescencia: 3 - ¿Hablamos con los hijos?

¿Hablamos con los hijos?

Mantener el canal abierto de la comunicación con nuestros hijos es absolutamente necesario para la tarea educativa que los padres tenemos encomendada.

Los hijos, cuando llegan a una determinada edad, pueden hacer pagar bastante caras sus confidencias.

Recuerdo lo que me contaba un amigo hablando de su hija mayor: "Ahora la niña está aprendiendo a tocar la guitarra" - me decía. "Muy bien! - Le animaba - es un entretenimiento formativo que ocupa el tiempo libre, desarrolla el gusto por la música, aumenta la sensibilidad...". "Calla, calla - me hacía desesperado ante mi sorpresa - ¡la toca tan mal!, Y si se pone a cantar... todavía lo estropea más”. Intentaba consolarle diciéndole: "Sería peor que tocara la trompeta... o el tambor...". "Quizás si - me replicaba - pero, ahora, para acabarlo de arreglar ha cogido la costumbre, cuando con mi mujer nos hemos ido a dormir, de entrar en nuestra habitación con la guitarra, se sienta en un extremo de la cama y empieza a tocar parte de su repertorio ...". Me quedé sin palabras de consuelo, pero mi amigo concluyó sonriendo y satisfecho: "Pero si consigo dominarme, y no le tiro la zapatilla por la cabeza, después de cuatro o cinco canciones... le vienen ganas de charlar y nos lo explica todo”.


La comunicación con los hijos adolescentes no es fácil, pero si alguien me pidiera consejo le recomendaría dos pautas para iniciar y mantener el diálogo con ellos: estar disponible y saber escuchar.

Como en el ejemplo anterior, la disponibilidad es fundamental. Porque los hijos pueden escoger el momento menos oportuno para explicar sus cosas. No lo harán cuando nosotros queramos sino cuando ellos quieran. Si entonces nos encuentran disponibles lo harán y si no, habremos perdido una ocasión para, hablando de sus cosas, transmitirles criterios para ayudarles en su educación.

Saber escuchar es, sobre todo, interesarse por la persona del otro, por sus cosas, y eso exige bajar a su terreno. Tendremos que interesarnos por lo que son los elementos de su vida: los estudios, los amigos... su música.

Saber escuchar puede ser, a veces, más difícil que preguntar o que opinar, pero es más importante porque es previo a esto otro. Saber escuchar no es someter a un interrogatorio propio de un juzgado de guardia, a la niña que llega a las once de la noche. Es estar atentos a sus estados de ánimo para buscar el mejor momento para iniciar la conversación.

Disponibilidad y escuchar. Si la mamá está nerviosa y el papá no tiene tiempo, se guardarán sus confidencias para otros.

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